jueves, 3 de abril de 2008

critica a GORE de Javier Daulte en DON MARLON

DISPARATE, ENTRE LÚCIDO Y BIZARRO

En ocasiones que la critica ponda en sobreaviso al espectador puede ser atinado. Es decir que le anuncie que una puesta está montada sobre los "códigos de" y por ende, debe considerar tal, tal y tal cuestiones. El planteo propone todo un debate:
Con ese material previo ¿El espectador disfruta más o menos? El GORE (Término que remite a un subgénero cinematográfico de auge en los 50), podría ser uno de esos casos en que el periodista se debate entre ser excesivamente servicial o dejar al público en manos de la sorpresa (o según su permeabilidad, a expensas de la indigación).
Trataremos de dar con un punto medio.
Hay dos méritos que permiten sugerir a GORE como un espectáculo a considerar.
Uno remite al ingenioso texto de Javier Daulte, tramado desde la imposibilidad de comunicarse, si bien los interlocutores hablan el mismo idioma aún cuando las respuestas son "lógicas" a las preguntas (distanciándose, de este modo, de un diálogo absurdo). Se establece así una barrera entre los personajes que deriva en un humor molesto, si se quiere intelectual, y disfrutable. Que lleva a su vez a digresiones, acciones arbitrarias y escenas deliberadamente reiterativas. El otro tiene que ver con la puesta de Lucas Olmedo, que sugiera una atmósfera enrarecida, donde la miseria de hoy es atravesada por la tecnología intergaláctica de ayer. Lo uno y lo otro ¿al servicio de que? De una historia infima, intrascendente, en la que importan los momentos por sobre el todo, y los cierres de escenas por sobre el cierre del relato general.
Las actuaciones se contaminan unas a otras y eso acentúa el aspecto extraño de lo que se ve. Planteados en bandos, los personajes se dividen entre paródicos y naturalistas y, gracias a aquella incomunicación señalada, se degradan en su pureza.
Hay un desfasaje entre el pensar, decir y hacer que lo embrolla todo.
Laura Volpe y Juan Manuel Chifani le sacan provecho a su pareja de intrusos en la tierra. Imponen presencia, ironía y bisarrez y aportan uno de los momentos más atractivos cuando se comunican por "radio" con sus pares. El resto acompaña bien, sobre todo Alejandro Manzano, que capitaliza con habilidad su disparatada conversión lenguística al italiano.
El dispositivo escénico refuerza la idea de una dimensión destartalada e insegura.
Bah, muy argentina, aunque lejos estemos de que algún extraterrestre se interese por succionarnos.
/F.J.A
(Revista "Don Marlon, escenarios y otros placeres")






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